¿Infodemia o Conversaciones productivas? ¡Esa es la cuestión!

Reflexiones e impresiones en épocas de confinamiento

Andrea se levanta a las 7 AM, se prepara una infusión, va a la heladera, se sirve jugo de naranja, pela una fruta rica en potasio, enciende su computadora y sintoniza su radio preferida para interiorizarse acerca de las últimas novedades de la pandemia.

Mientras espera el comienzo de su sesión diaria de Mindfulness a las 8 AM bebe, parsimoniosamente, su cafecito descafeinado con un chorrito de leche de almendras.

El encuentro comienza puntualmente, esta vez guiado por un participante chileno. Los encuentros suelen reunir a unas trescientas personas de diferentes lugares de Latinoamérica. Comenzar en ese espacio protegido donde reina la armonía y la introspección es fundamental para ella. Su pareja, algo incrédulo, la respeta porque sabe lo importante que resulta para su efectividad durante la jornada laboral que comienza ni bien terminado el encuentro.

Esa es la primera actividad virtual del día, una de muchas que colman la agenda de Andrea.

Cabe aclarar que Andrea es Gerente de una empresa de consumo masivo, madre de dos hijos en edad de escolaridad primaria, esposa, profesora (JTP) de Marketing en la Universidad y en alguno de los ratos libres que le quedan, jugadora de hockey, así como ceramista aficionada.

Su cotidianeidad es la de muchas mujeres y por qué no, la de la mayoría de los jóvenes y no tanto que habitan estas latitudes.

La pantalla de la notebook, en simultáneo con su celular, le indican que en cinco minutos tiene una call conference regional con su jefa en Miami y sus colegas de Latinoamérica. Asunto de la reunión: caída en las ventas y reducción en el market share de las marcas Premium.

La conferencia es un tedio y Andrea aprovecha para responder varios mensajes de whatsapp de su equipo de colaboradores y de la agencia de publicidad y la trade marketing. Ya son casi las 10 y a las 10:15 se anotó en una charla de la AMA (American Marketing Association). Por lo tanto, se pone algo ansiosa, ya que su equipo también quiere una reunión virtual para clarificar alguno de los pedidos que le hacen desde la región. Lo mismo ocurre con sus proveedores.

En el medio de todo esto, su marido le consulta qué saca del freezer para cocinar al mediodía y su hija mayor (9) viene con la tablet a rogarle que le aclare algo de matemática sobre divisiones que no entiende. Ni hablar de lo que piensa de la escuela…

Andrea se lamenta que su calendario está plagado de reuniones: 11:30 un webinar sobre Administración del Tiempo a través de un convenio que tiene la Corporación con una escuela de negocios de Suiza. A veces se pregunta cuándo va a tener tiempo para ella, porque incluso su grupo de amigas del club le sugirió que participe de un taller abierto para mujeres profesionales y ejecutivas sobre cómo liderar a los equipos virtuales. ¡Este es un tema que la tiene harta!

Todas las semanas desde la casa matriz le mandan información sobre cómo conducir, de manera eficaz, a los equipos. No es que sean en inglés, el problema es que son un “plomazo”. Gente aburrida que viene con la receta del milenio y la fórmula y solución a todos males del management.

De 13 a 14 se hizo el hueco para cocinar y meditar 15 minutos, si es que no tiene que resolver algún enigma de los “phrasals verbs” con una de sus hijas. Se preguntarán por su esposo. Es médico y podrán imaginarse que no está en la casa en casi toda la jornada laboral.

De 14:30 a 16:00 hoy tiene una reunión con el Controller financiero. Peor horario no había. Además, se estresó porque quien le tenía que facilitar la información requerida hoy está con día de licencia por exámenes de la facultad, por lo que tuvo que acudir a otra colaboradora del equipo.

Según sus cálculos de 16:30 a 18 es cuando se viene el aluvión de consultas. Justo a las 17 hay una presentación que quiere escuchar sobre campañas digitales y así tomar nota, ya que atañe a su área de trabajo. Pero ha sido difícil enfocarse en los últimos webinars porque al parecer cerca de las 18 es cuando todos se acuerdan de ultimar detalles.

Su día no termina aún. Dos veces por semana dicta clases. Al ser la jefa de trabajos prácticos, la mayoría de las presentaciones están a su cargo. Si bien es una actividad que la gratifica, con una grilla colmada de actividades,  casi no le queda espacio para relajarse. Si a ello le sumamos que tiene que asistir a un curso impartido por la universidad sobre didáctica virtual los miércoles y sábados durante tres meses, casi no le queda tiempo para relajarse.

Quisiera hacerlo, incluso el equipo de hockey comenzó entrenamientos virtuales una vez por semana de 20 a 21:30 los martes y jueves. Como si esto fuera poco, la empresa en la cual trabaja hace 11 años tiene una universidad corporativa de la cual ella forma parte en el equipo académico y los horarios se amoldan de tal forma que quienes están en Asia y Oceanía también participen. Los cursos son bisemanales. Hoy es día de clases.

Su jornada de hoy termina a las 23:30 y tuvo suerte que su esposo ya comió en el hospital y las hijas se quedaron dormidas mirando la televisión y no recibieron tarea de la escuela de último momento.

Pero reflexiona que no tuvo ni un minuto para hablar detenidamente con sus colaboradores en los espacios informales que solían tener,  ni con alguna amiga de la vida, o siquiera hacer zapping en la televisión. 

Siendo las 23:50 mira su celular. Tiene 124 mensajes de whatsapp y un llamado perdido de su madre. Como ésta no insistió se dice a sí misma: “mañana será otro día”; toma el libro de Cortázar, su autor preferido, prende la luz, que es un  soporte que se sujeta a las páginas comprado en Container Store y se queda dormida sin finalizar de leer ni siquiera el primer párrafo.

Adrian Büchner, Ph.D.

Algunas preguntas para conversar:

¿Cómo será ese otro día de Andrea?

¿Qué cambió en la vida laboral y personal de Andrea?

¿Tiene que cambiar algo?

¿Son indispensables tantos webinars y encuentros virtuales?

¿Dónde quedaron la lectura, el ocio y las charlas banales con amigas?

¿Estamos frente a un síndrome de responsabilidad extrema casi ritualizada y vaciada de sentido?

Te escucho …

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