¡La Reputación lo es todo!

Estamos en la era de la imagen, en la cual las redes sociales se encaminan a gobernar todo aquello que acontece en nuestra sociedad. Por lo tanto, el desarrollo y cuidado de la marca personal, desde una perspectiva del mercadeo, se ha convertido en una más de nuestras responsabilidades como ciudadanos, empleados, funcionarios y patronos. Basta con hacer referencia a los acontecimientos relativos a abusos sexuales, de público conocimiento originados en el ambiente artístico, para comprender la magnitud del problema. A todos nos resulta seguramente familiar House of Cards. Ese personaje vidrioso y cínico que resultó ser Frank Underwood, con una habilidad increíble para engañar a casi todo un pueblo. La ficción se transformó en realidad y todos nos quedamos boquiabiertos, un actor excepcional dilapidó su principal activo, su talento, hipotecando de esta forma su reputación profesional, que era muy elevada, por cierto.

La mercadotecnia puede hacer algunos milagros para vendernos y posicionarnos como producto (sé que suena feo, pero es así). Podemos contratar un asesor de imagen, armar un perfil de Facebook o Linkedin adecuado a los estándares que requiere el mercado laboral. Sin embargo, hay cosas que al mejor perfilador pueden escapárseles. A modo de ejemplo: podemos concertar una entrevista laboral con alguien que se postula como candidato a cubrir una posición gerencial o ejecutiva. Nos tomamos el trabajo de revisar su resumé y, a partir de algunos antecedentes y el rastreo de información a través de las redes, decimos que su perfil se adecua a priori con lo requerido por el cliente. Todo encaja a la perfección, la persona se muestra encantadora y hace muy bien su trabajo de venderse como producto. Basado en mi experiencia e intuición, que no es poca, finalmente logra convencerme de que es el candidato adecuado para esa posición. Al poco tiempo recibo un llamado de la empresa algo disconforme con el desempeño de esta persona, al punto de pensar en reemplazarla. ¡No habían pasado ni tres meses desde su incorporación! ¿Qué falló en el proceso? ¿Dónde estaba ese cisne negro que no logré detectar?

La intuición es útil,  mas no el único recurso que me permite tomar decisiones que requieren cierto grado de predictibilidad. Haber complementado las técnicas que uno utiliza con elementos  de mayor rigurosidad científica, a partir de la incorporación de herramientas psicométricas creadas exclusivamente para el ámbito laboral, posibilita asegurar la calidad de un proceso tan relevante como la incorporación de un ejecutivo.

Como bien señala el título de este artículo, la reputación termina siendo algo más que relevante, es determinante. En el caso del ejemplo citado, lo es no solo para quien fue reclutado y seleccionado, quien, muy probablemente, deberá hacer esfuerzos para reinsertarse en un nuevo trabajo, sino también para uno como responsable de haber acercado al cliente a ese candidato. ¿Cómo hacer entonces para reconstruir la confianza? No es sencillo. El aprendizaje: ¡La reputación se destruye como un castillo de naipes, en un segundo, si no la cuidás!

A la era de la imagen se le suma la tecnología. Hoy contamos con muchos recursos en ese sentido, algunos permiten indagar de manera superficial nuestros intereses, motivaciones y logran quizás describir alguno que otro rasgo de nuestra personalidad, pero que se asemeja más a un goosip que a un dato certero relacionado con nuestro posible desempeño profesional.

En la actualidad están de moda los algoritmos. Sin embargo, no todo se resuelve por medio de un algoritmo (al menos por ahora). Combinar y complementar herramientas y técnicas es el paradigma que aún está vigente.

Es por ello que, como dijo el gran filósofo Immanuel Kant: “La Experiencia sin teoría es ciega, pero la teoría sin experiencia es un mero juego intelectual”.

 

Adrian Büchner, Ph.D.

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